¿Siguen viviendo las personas después de la muerte? En caso
afirmativo, ¿mantienen contacto con el mundo de los vivos? No es fácil dar
respuesta a estas preguntas, aunque quizá muchos ofrezcan una respuesta clara y
rápida.
En todo caso, esa posible relación entre los muertos y los
vivos es algo que ha atraído desde siempre a la humanidad, y son muy numerosos
y variados los relatos dedicados a tratar este tema.
De uno de esos contactos trata esta novela de Henry James, quien logra aquí una de las joyas de la literatura fantástica o de fantasmas. La novedad aportada consiste en que son dos niños quienes protagonizan esa relación, acompañados por una institutriz que intenta protegerlos de la influencia de los espíritus de los muertos. Y como siempre ocurre con las obras de este género, su lectura nos atrae, sin dejar de producirnos en diversos momentos un profundo desasosiego e incluso miedo.
Henry James (Nueva York, 1843 - Londres, 1916)
Nacido en el seno de una familia adinerada, era el hermano
menor del conocido filósofo y psicólogo William James, que teorizó acerca del
“fluir de consciencia”, un sistema de escritura que aplicarían autores tan
conocidos como Virginia Woolf o James Joyce. Las obras del propio Henry son
psicologistas e intimistas, y suelen representar un conflicto entre la forma de
vida y costumbres de los habitantes del Viejo y Nuevo Mundo.
Estudió en Nueva York, Londres, París y Ginebra,
estableciéndose finalmente en Inglaterra, país que acabaría otorgándole la
nacionalidad.
Comenzó a publicar cuentos y artículos con veinte años, y en
Europa trabó amistad con escritores de la talla de Goncourt, Maupassant o
Balzac. Su prosa perfeccionista y su estudio meticuloso de cada personaje
quedaba patente en sus novelas, como podemos observar en obras hoy en día muy
reconocidas (si bien en su época no obtuvieron el éxito que James esperaba),
como Retrato de una dama u Otra vuelta de tuerca.
También fue muy significativa su labor como crítico
literario, introduciendo conceptos novedosos referentes a la perspectiva,
la figura del narrador y la creación de personajes, reivindicando en todo
momento la libertad creadora contra la imposición de métodos y esquemas
tradicionales y obsoletos.
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