Para un judío el perdón significaría: “Lo que hicisteis fue absolutamente despreciable y no merecéis que os considere seres humanos. Pero me niego a daros la oportunidad de que me defináis como una víctima. Me niego a que vuestro odio ciego defina la forma de vivir en mi condición de judío. No te odio, te rechazo”. Y entonces, el nazi seguiría encadenado a su pasado y a su conciencia, pero el judío sería libre.
Simon Wiesenthal (Buczacz, Austria-Hungría, actualmente Buchach, Ucrania, 1908 – Viena, 2005)
Arquitecto de profesión, fue un investigador y cazanazis judío, que tras haber estado prisionero en el campo de concentración de Mauthausen-Gusen durante la II Guerra Mundial dedicó la mayor parte de su vida, como miembro del Mossad, a localizar e identificar criminales de guerra nazis fugitivos y llevarlos a la justicia. Fue liberado de Mauthausen por las fuerzas estadounidenses en 1945. Tan pronto como su salud mejoró, ofreció sus notas sobre los criminales nazis al Ejército de los Estados Unidos y trabajó recogiendo documentación para los procesos judiciales sobre nazis realizados en los Juicios de Núremberg. Fue una figura fundamental en la captura y procesamiento del principal factor de la "solución final" o Endlösung, Adolf Eichmann. Informó de su captura al Centro de Investigación del Holocausto Yad Vashem en Israel.
En 1977 se fundó en la
Universidad Jeshiva de Los Ángeles (EEUU) el Simon Wiesenthal Holocaust Center.
Wiesenthal consiguió, a lo largo de su larga vida, llevar ante la justicia a
más de 1.100 reos de crímenes contra la humanidad en todo el mundo. En cierto
modo, el recién fundado Tribunal Penal Internacional se constituye en heredero
de su labor.
1 comentario:
¿Podemos perdonar a un criminal arrepentido? ¿Podemos perdonarlo en nombre de los asesinados? ¿Son los crímenes nazis de tal magnitud que no cabe el perdón? Si el mundo fuese una esfera perfecta y cristalina los principios serían claros y absolutos. No matar, por ejemplo. Sería fácil desarraigar de cuajo cualquier brote de maldad. Es el mundo de las religiones y desgraciadamente de las ideologías extremas. El mal en forma de herejes, de burgueses recalcitrantes o de judíos es lo que quisieron desarraigar, en diferentes épocas y grados, el Tribunal de la Santa Inquisición, el stalinismo y el nazismo. Pero el mundo en que vivimos no es puro ni cristalino. No hay conciencias puras sino determinadas por su circunstancia: genética, psíquica y social. Cómo combatir, entonces, el mal y la inhumanidad: con leyes cada vez menos imperfectas y con la educación moral. Por ejemplo, enseñando a los tiernos que el asesinato es imperdonable y que a los asesinos de crímenes como aquellos les espera la cárcel de por vida, pero no podemos encerrar a todos los alemanes cómplices de los nazis, ni a todos los vascos comprensivos y mudos ante ETA, ni a nuestros padres o abuelos que colaboraron con Franco o la Falange. Tenemos que seguir viviendo, con el ideal de perfección de frente y a lo lejos, aunque no dispuestos a olvidar ni a perdonar.
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