martes, 4 de noviembre de 2014

"El árbol de la ciencia" de Pío Baroja

Una novela semi-autobiográfica de Pío Baroja, es una obra emblemática de la Generación del 98 y refleja muchas de las inquietudes sociales, científicas y filosóficas de la época. Se escribió poco después de que España perdiera sus últimas colonias y durante un período de grandes avances científicos. Entre las características noventayochistas caben destacar el pesimismo, la desilusión con España y la sociedad, dudas sobre la ciencia, atracción por los filósofos alemanes (Kant y Schopenhauer), digresiones que interrumpen la línea narrativa (en este caso la larga conversación filosófica de la cuarta parte), y la incertidumbre ante el futuro.

La novela se desarrolla durante los últimos años del siglo XIX y narra la vida de Andrés Hurtado, estudiante de medicina. Pese a que el joven entró a la escuela de medicina con muchas ganas de aprender, la educación que recibe lo deja desilusionado y pronto adopta una mentalidad negativa. Se hace amigo de Julio, Montaner y Lulú, una chica no muy guapa, de familia modesta y muy satírica. Comienza a visitar a su tío Iturrioz, quien también es médico y entablan conversaciones filosóficas en las que hablan sobre la sociedad, la ciencia y las ideas de Kant y Schopenhauer.

Pío Baroja y Nessi (San Sebastián,  1972 - Madrid,  1956)

Fue un escritor español de la llamada Generación del 98. Fue hermano del pintor y escritor Ricardo Baroja, de la escritora Carmen Baroja y tío del antropólogo Julio Caro Baroja y del director de cine y guionista Pío Caro Baroja. Durante un tiempo ejerció la medicina. Pío fue el tercero de tres hermanos. El padre de los Baroja, Serafín, era, al par que hombre inquieto y periodista de ideas liberales, un ingeniero de minas del Estado, lo que llevó a la familia a constantes cambios de residencia por toda España. El continuo ir y venir de su familia inculcó al futuro novelista la afición a los viajes y le permitió conocer bien el país, pero lo transformó en un desarraigado. 

Como estudiante no destacó, más por falta de interés que de talento, y ya por entonces se le apreció un carácter crítico; ninguna profesión le atraía, solamente escribir no le disgustaba. Se decidió a publicar a fines del siglo XIX, cuando regentaba una panadería propiedad de un tío suyo, D. Matías Lacasa (la primera Viena Capellanes, en Madrid). Por entonces leyó bastante filosofía alemana, desde Inmanuel Kant a Arthur Schopenhauer, decantándose finalmente por elpesimismo de este último. Su amigo suizo Paul Schmitz le introduciría más tarde en la filosofía de Nietzsche. En 1900 publicó su primer libro, una recopilación de cuentos titulada Vidas sombrías, la mayoría compuestos en Cestona sobre gentes de esa región y sus propias experiencias como médico. En esta obra se encuentran en germen todas las obsesiones que reflejó en su novelística posterior.

Su principal aporte a la literatura, como él mismo confiesa en Desde la última vuelta del Camino (sus memorias compendiadas, Ed. Tusquets, 2006), es la observación y valoración objetiva, documental y psicológica de la realidad que le rodeó. En sus novelas reflejó una original filosofía realista, producto de la observación psicológica y objetiva («Ver en lo que es», como decía Stendhal), impregnada quizá con el profundo pesimismo de Arthur Schopenhauer, pero que predicaba en alguna forma una especie de redención por la acción, en la línea de Friedrich Nietzsche: de ahí los personajes aventureros y vitalistas que inundan la mayor parte de sus novelas, pero también los más escasos abúlicos y desengañados, como el Andrés Hurtado de El árbol de la ciencia o el Fernando Ossorio de Camino de perfección (pasión mística), dos de sus novelas más acabadas.

Afectado por la arterioesclerosis, murió en 1956 y fue enterrado en el Cementerio Civil de Madrid (junto al de La Almudena) como ateo, con gran escándalo de la España oficial, a pesar de las presiones que recibió su sobrino, el antropólogo Julio Caro Baroja, para que renunciase a la voluntad de su tío.

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