El pasado
martes 25 de abril los clubes de lectura de Burgos tuvieron una cita con el
escritor Fulgencio Argüelles en el salón de actos del Museo de la Evolución
Humana.
Nacido en Uriés,
Asturias, después de una larga estancia en Madrid, donde estudió Psicología,
regresó a Cenera, el lugar de su infancia y juventud. Su primera novela,
Letanías de lluvia, recibió el premio Azorín en 1992.
El año pasado, los componentes de uno de
nuestros clubes, realizaron una excursión a Cenera para conocer de
primera mano, teniendo a Fulgencio como guía, los escenarios del libro “El
palacio azul de los ingenieros belgas”, obra que leímos en los clubes de
nuestra biblioteca hace unos tres años. De este encuentro salió la promesa, por
parte de Fulgencio, de venir a visitarnos a Burgos. Y para que no le quedara
más remedio que cumplirla, este año hemos leído su, de momento, último libro “No
encuentro mi cara en el espejo”.
Ese momento
llegó el martes pasado, y Fulgencio nos habló de su universo creativo. ¿Qué
tiene de especial su narrativa que tanto nos ha fascinado? No es una cosa. Son
muchas, y difíciles de traducir en palabras. El mundo que crea, el lenguaje tan
propio que utiliza que, salvando muchas distancias, recuerda al realismo mágico.
Pero, lo más importe es cómo envuelve al lector. Tiene una forma de trasladarte
a su universo muy potente. No todos los escritores consiguen eso, y esa
maestría ha rendido a sus pies a los asistentes a los clubes de lectura. Y no
sólo a ellos.
A la hora de
crear una novela nos desveló los pasos que sigue. Lo primero es pensar en una
idea; después buscar un paisaje, a continuación elegir el tiempo histórico y
por último perfilar los personajes. Éstos tienen que tener una personalidad muy
definida. Los contenidos van surgiendo capítulo a capítulo. El argumento no es
lo importante, lo que importa es lo que les pasa a los personajes. “Quiero un
libro que lo abras por la página donde lo abras tenga un contenido propio más que
el hecho de dar prioridad a cómo empieza y cómo acaba”, confiesa el autor. Y
añade, “Me interesa no lo que ocurre sino lo que los personajes creen que
ocurre”.
Para
Fulgencio es importante reconocer al que piensa distinto. En este sentido su
última novela es un canto al poder de la conversación. Hoy en día no se
conversa, se discute. Conversar es escuchar y pensar que el otro puede que nos
convenza, y estar dispuesto a cambiar nuestra opinión: este es el principio de
la transigencia.
El turno de
opiniones y de preguntas al autor estuvo muy animado. La mayoría de los participantes
coincidió en señalar que ambas lecturas les habían cautivado por, entre otras
razones, la atmósfera de las historias, el flujo verbal, y la riqueza de los
personajes. A la pregunta de si le hubiera gustado haber escrito su obra en asturiano, Fulgencio Argüelles no dudó en contestar que sí.
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