[…] “Y de
repente estalla la bomba. Con el anuncio hace unos días de que, durante un
periodo indefinido, la «Essener Tafel» solo admitirá a ciudadanos alemanes como
nuevos ingresos en el registro. ¡Horror terror y pavor! Seleccionar a los
necesitados por origen, se dijo enseguida, es una monstruosidad, una actitud
«racista». La noticia se extendió por medios y redes y comenzaron a llover las
condenas y los gestos y frases de airada indignación. Todos se han puesto a
opinar.
Y si en Alemania se habla de racismo, se habla de nazismo. De repente
los medios habían convertido al comedor social en una cueva de nazis Nada calma
la sagrada ira de los biempensantes. Aunque el 75% de los usuarios habituales
registrados sean extranjeros. Aunque se sigan repartiendo todos los días
cientos de comidas a refugiados e inmigrantes, legales e ilegales. Gentes que
no conocían el comedor y que jamás han ayudado ni donado nada, llaman nazis a
voluntarios que llevan lustros entregados al comedor social donde, sin
remuneración ni compensación alguna, bregan a diario con individuos en
situaciones extremas”. […]
www.abc.es
Impresiones de la sesión
El tema, recogido sintéticamente en la reseña inicial del
artículo, y que sitúa la acción en la ciudad de Essen, en la cuenca del Rhur,
resalta el choque que se da actualmente en los servicios sociales (comedores),
entre los colectivos de alemanes excluidos y los nuevos colectivos de inmigrantes,
y de cómo de dicho enfrentamiento se nutren las fuerzas más reaccionarias y
xenófobas, como es el caso Alternativa
por Alemania (AfD).
Sobre estos mimbres, María fue explicando y criticando el “buenismo” de
la política alemana sobre emigración, en la que ella veía mucha influencia de
la socialdemocracia de dicho país, sobre todo en lo relativo a la apertura de
fronteras que incluso contradicen las normas más elementales de la Unión
Europea sobre dicha política; como es caso del Acuerdo de Schengen de 15 de
junio de 1985. Incidió en la influencia de la permisividad y el “buenismo”,
originario de la izquierda, en el fomento de un proceso de inmigración no
inclusivo y a veces polémico y agresivo.
Para terminar, nos dejó, a modo de reflexión, dos
cuestiones de mucho calado; en una de ellas se preguntaba si estamos hartos en
Europa de los inmigrantes, y en la segunda apuntaba a ese “buenismo” de la
socialdemocracia como una de las causas del fuerte crecimiento del populismo y
de la extrema derecha.
César, con muchas ganas de trasladarnos su intervención,
empezó señalando cómo para él no se comprende el auge de los movimientos
populistas sin el mal tratamiento que se ha dado a la gestión de la inmigración;
piensa que el apoyo a estos partidos contrarios a los movimientos migratorios
ha sido causado porque los partidos tradicionales, tanto los de tendencia progresista como conservadora, no han sabido dar respuesta y solución al malestar
que la mala gestión de la integración de los inmigrantes ha causado entre la
población local. La solución pasa por afrontar la realidad y dejar al margen la
ideología; el acogimiento debe ser controlado y sostenible. Nos recordó que el
autor del artículo perteneció al partido comunista de Euskadi y fue responsable
de la sección de opinión del diario El País.
El artículo,
formalmente, César lo calificó de bien
estructurado, y en el que el autor, tras aportar datos realistas de la
situación de la localidad de Essen, se posiciona ideológicamente sobre en quién
cae la responsabilidad del conflicto generado. No se pueden admitir situaciones
en las que los ciudadanos alemanes no acudan a los comedores sociales por miedo
a los inmigrantes, como se pone de manifiesto en el artículo.
Iñaki, “el recuperado”, incidió en que la situación
parecía un tanto caótica y consideró que la inmigración generalmente está
motivada y justificada, es un problema generacional, aunque la mayor parte de la gente de poder vivirá siempre en su país. No hay que tener miedos ni
complejos a este respecto y la solución pasa por una buena planificación y
crear las condiciones para que se den unos idóneos procesos de integración.
Nota al margen, sobre esta cuestión todo el mundo vino a mostrarse de acuerdo.
Para Antón, el autor Hermann Tertsch, al que conoció
personalmente, le pareció serio, de pensamiento profundo, personaje entrañable,
rico en ideas, aunque ahora políticamente se ha derechizado. Considera esta
cuestión como el gran fracaso de la izquierda, de esa “beatería progre más
fuerte y dominante que el nacional-sindicalismo de los 50” y se ha llegado a
una situación en la que con mucha facilidad se le tiene miedo al inmigrante.
No sin buen tino, Margarita apuntó que no se debe generalizar. En su
profesión ha tratado con muchos inmigrantes y lo mismo que los ciudadanos
locales no son todos iguales y no obran igual, entre los que vienen de fuera
sucede algo similar; entre ellos hay muchas diferencias, tanto de ser como de
actuar; les hay que quieren aprovecharse del sistema y los que cumplen; de aquí
que deberíamos ser más comprensivos.
Marta también moduló el debate con una precisa
aclaración. Para ella, como ya señalara antes César, el debate no es tanto el
profundizar sobre la cuestión de un enfoque entre la izquierda y la derecha, y
de graduar la culpabilidad de ambas en los fracasos y errores de la apertura migratoria,
sino subrayar el fracaso de su integración y de hacer todo lo posible para
erradicar la pobreza en el mundo. Y lo que no se puede hacer, como en Alemania, es dejar el tema de la inmigración en manos
de la iniciativa privada. Acabó remarcando que el autor no es santo de su
devoción y que los políticos se mueven buscando su interés.
Alejandro destacó el problema de la indefinición, como
en casi todo; movimientos migratorios siempre los habrá. En España tenemos una
visión de identidad muy débil. No
tenemos definido qué es la inmigración, quiénes son los inmigrantes, qué
problemas tienen, qué servicios requieren, qué nuevas situaciones plantean. El
primer paso es definir bien la cuestión para determinar correctamente cuáles
son sus requerimientos y soluciones. Habló de los diferentes modelos de
integración de los inmigrantes que se pueden establecer en los países
receptores y planteó una cuestión fundamental: ¿qué hacemos con los
inmigrantes?.
La cuestión es afrontada con leyes, normas y actitudes
desfasadas, según la visión que nos dio Luiso del tema. Éste considera a los emigrantes
como “realquilados” que llegan nuevos a un sitio y se deben atener, ni más ni
menos, a las pautas existentes. No se les exige porque tampoco se les exige a
los nativos. Tenemos leyes antiguas, no adaptadas a la realidad actual.
En una segunda intervención, César explicó que ante las dos visiones más
comunes que se dan a la hora de afrontar este problema: una la de bloqueo total
de las fronteras y la otra la de describir la terrible situación de los
inmigrantes pero no aportando ninguna solución, existen visiones moderadas como
la de Josep Borrell, que pasa por la ayuda humanitaria y el potenciar el
desarrollo en los países de origen.
Manuel
nos contó su experiencia con unos inmigrantes en nuestra
Biblioteca, de la que es usuario habitual. Con ella nos quiso hacer reflexionar
sobre el poco valor que algunos de ellos dan a los servicios gratuitos de los
que disfrutan; costeados, por cierto, por la población nativa durante muchos
años. José Angel, subrayó que no estaba de acuerdo con la Mesa de Essen y
que es necesario un control; José, hizo
hincapié en el cumplimiento de las leyes. Luismi
se manifestó en contra de achacar la culpa a las ideas socialdemócratas y nos
recordó la gran labor social realizada por los partidos de esta tendencia
ideológica, y la situación trágica por la que pasan los inmigrantes obligados a
abandonar a sus familias. Todos consideramos que no hay que olvidar estas
situaciones y que habría que ayudar al desarrollo de los países de los que
huyen para evitar las migraciones masivas.
De nuevo llegó a nuestros oídos la voz de Lidia desde el
altavoz: “son las nueve menos diez…” y nos fuimos a la Petenera…
Hermann
Tertsch (Madrid, 1958-)
Hijo de
Ekkehard Tertsch, austriaco, periodista y diplomático y de Felisa del
Valle-Lersundi y del Valle. Es primo de Ana de Palacio y de la fallecida Loyola
de Palacio. Desciende, por línea materna, de Francisco Lersundi Hormaechea,
presidente del Gobierno en 1853 y cinco veces ministro. En su juventud fue
miembro del Partido Comunista de Euskadi.
Profesionalmente,
se inicia en la empresa periodística familiar, el boletín económico Spanish
Economic News Service, pasando a trabajar en 1982 en la Agencia EFE, para la
que desde entonces cubre la corresponsalía en Viena, ocupándose de los países
de Europa Central y Oriental.
Se incorpora al
diario El País en 1985. Entre 1993 y 1996 llega a ser subdirector del diario y
responsable de la sección de opinión. Desde 2004 colabora en la emisora de
radio Onda Cero, interviniendo como contertulio en el programa Herrera en la onda.
Desde 2006 acude también como analista político al programa de Telemadrid
Madrid opina. En 2007 su participación como contertulio habitual en este último
programa, unido a su progresivo distanciamiento de la línea editorial de El
País, provocó que fuese cesado después de más de dos décadas en su plantilla.
Desde mayo de
2007 es analista político, crítico, entrevistador y columnista del diario ABC,
y entre junio de 2008 y marzo de 2010 presenta y dirige el espacio nocturno de Telemadrid
Diario de la noche
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Articularia
3 comentarios:
El artículo nos muestra una actitud ideológica que se adueña de una superioridad moral, que habla de discriminación de cualquier tipo cuando una medida social y legal intenta regular la vida de la comunidad y, por tanto, también de las minorías en ella existentes. Este es el caso de la Mesa de Essen y las críticas que ha recibido. Esta actitud es apoyada generalmente por políticos y medios de comunicación que se autotitulan de progresistas, y que no atienden a la realidad que viven los ciudadanos y las minorías provenientes de la inmigración. Como consecuencia de ello, el autor habla de cambios políticos, ideológicos, económicos y sociales, y plantea la necesaria reacción ante tal situación, que extiende al conjunto de las naciones occidentales.
Por lo tanto, creo necesario que el Estado regule la inmigración aprovechando los ciclos económicos positivos, asegure el control de las fronteras en coordinación y colaboración con la UE y los países fronterizos; colabore con los países de origen de los inmigrantes, visualice las ventajas sociales para el país y rechace eficazmente los inconvenientes según el ordenamiento jurídico; promocione la coordinación entre administraciones públicas desde una legislación estatal que vele por los deberes, derechos y libertades de los inmigrantes, así como la concesión de los permisos de trabajo y de residencia, y el acceso a la nacionalidad; favorezca planes comunes y evite las desigualdades territoriales, dé voz a los inmigrantes dentro de la sociedad civil; nos haga conscientes de los deberes y derechos que corresponden a los inmigrantes, estimule la integración educativa, profesional, laboral, social y económica; regule el número de inmigrantes que realmente el país puede acoger con el fin de hacer posible la correcta participación en la mejora del país, aliente los sentimientos de aceptación y de permanencia en los inmigrantes, etc.
HAY TRABAJO. Espero que esta reflexión pueda servir de ayuda y debate.
Alejandro.
Hola, soy Luis y lamento no poder asistir pues llegaría muy tarde. El tema es muy interesante, especialmente para mí que colaboro como voluntario con el colectivo de inmigrantes.
Lo primero que quiero deciros y que, creo recordar que apuntó Marta, es que en efecto ningún país ni ningún continente puede acoger a todos los desfavorecidos de la Tierra. La lucha debe ser coordinada internacionalmente pues de lo contrario se generarían muchas tensiones como ya ocurre. No debemos olvidar que los inmigrantes compiten por puestos de trabajo sin cualificar y es en este colectivo social en el que mas rechazo generan. De ahí que sea a las clases medias y altas a las que se acuse de "buenismo" no sin cierta razón.
Creo que queda mucho por hacer en la sociedad respecto a este problema que no se solucionará, a mi entender, mientras existan los Estados, no se globalicen e incluso aumenten los derechos sociales (la renta básica me parece esencial) y, estos problemas sean asumidos por los Estados ya unidos en superestados como la UE, si es que fructifica, y no derivados al buenismo del voluntariado o el trabajo de los miembros de una ONG. En un primer momento puede parecer que sale mas barato conceder ayudas a las ONG pero puede enquistar el problema por intereses personales que no tendrían los funcionarios. Es decir, la necesidad de un colectivo de desfavorecidos, en este caso inmigrantes, para perpetuarnos en el puesto de trabajo.
Nada de esto percibo en mi ONG pero el problema está ahí para muchísimos colectivos. Y, en efecto, los inmigrantes no son todos iguales, no se valora lo que no pagamos, como dice Manuel, y a la vista está lo que ocurre cuando entregamos ropa y cómo nos la piden otros colectivos, no inmigrantes precisamente, para hacer vete a saber qué con ella y desechar allí mismo, tirando incluso, aquello que no les interesa.
Además el voluntariado siempre es un problema para resolver estas cuestiones porque muchas veces carece de preparación, no se le puede exigir continuidad y, en ocasiones, ni asistencia. A veces es muy, muy difícil conseguir voluntarios. Aquí se podría trabajar con ofertas de prejubilación por ejemplo.
Es por ello que una organización, como estas personas católicas, no pueden ser las que estén resolviendo el problema para, encima de ser las que mas saben del mismo, evitar que delincuentes,mafias, inadaptados y demás impidan la integración social, que no coexistencia, imprescindible a toda inmigración. Para ello debe ser ordenada y regulada.
El inmigrante que busca mejorar su situación y está dispuesto a trabajar para conseguirlo no quiere ayudas sino trabajo. Acepta que él es el último de esta sociedad pero no acepta, y tiene razón, que lo sean sus hijos. Tiene que haber oportunidades de trabajo y de ascenso social. Deben ser incorporados al grupo de amigos y las familias. Esto no es buenismo sino sentido común. Aunque sea por egoísmo.
Colocar la identidad por delante, o decir: los españoles primero, es un modo de volver a tiempos pasados sustituyendo raza por cualquier otro concepto mas acorde con los tiempos. No obstante cuando el que llega no tiene medios de vida, y la sociedad no se los ofrece, el conflicto está servido. Resolverlo es tarea de todos. El buenismo no resuelve nada sino que, creo, es un modo como cualquier otro de cerrar los ojos, como digo, enquistar el problema y echar la culpa a otros que, según ellos, por maldad, interés o desafinidad ideológica no quieren resolverlo. Hasta que todo explota evidentemente. En ese momento los buenistas pierden la memoria y se olvidan de que ellos son tan culpables como los responsables políticos por no haber querido VER.
En fin, no quiero alargarme ni enrollarme. Un saludo a todos.
Luis.
hola....felicitar efusivamente vuestras intervenciones....
Maria
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